Internet, una novela por escribir

Hoy los dejo con este artículo publicado por Juan Cruz en El País (España) el pasado 22 de abril. Ocho escritores nacidos en los setenta debaten sobre el impacto de la Red en sus obras. El peso de la tecnología marca el lenguaje de la literatura del futuro.

Internet, una novela por escribir

Nacieron en torno a 1970, cuando esta revolución tecnológica era ciencia ficción. Ahora estos ocho escritores (que podrían ser 80, u 800) conviven a diario con un instrumento poderosísimo, Internet, que entra en sus libros (y en sus vidas) de manera imparable. Quisimos hablar con ellos acerca del impacto que esta revolución está teniendo en su escritura. ¿Cómo ven que todo eso está afectando al trabajo propio y de sus colegas? Finalmente, ¿cuál es el futuro de esa batalla entre el papel y la pantalla?

Isaac Rosa: “Es cierto que para nuestra generación las tecnologías de la información tienen más peso que para las anteriores. Pero en realidad nos relacionamos con ellas de forma muy similar a nuestros hermanos mayores, con asombro, sin naturalidad”. Y es un “malentendido” dice Rosa, eso de que sean “la primera generación de Internet”. “Todos tenemos memoria personal de un cercano ancien regime en que no había Internet ni móviles, a diferencia de la generación de mis hijas, que no conoce otra cosa”.

Afirma Ricardo Menéndez Salmón, como para resumir todas las respuestas: “Soy un convencido de la Red como generadora de opinión, discurso, información, conocimiento, expectativas e incluso falacias, las seis facetas. Dicho esto, reconozco también ser un fetichista del libro en su formato clásico. El libro, como objeto, se me antoja insustituible”. Dice Elvira Navarro: “Los libros ya no se dan a conocer sólo a través de los suplementos literarios y de las revistas especializadas, sino también por medio de blogs y de páginas webs que, en según que casos, son a veces más importantes que las plataformas tradicionales”. Pero, dice Elvira, “hay que tener en cuenta que estos factores dependen de que detrás haya alguien con criterio”. Vicente Luis Mora dice: “Internet está enriqueciendo los formatos de comunicación, y es normal que se vaya incorporando gradualmente a la literatura”. A él le proporciona soportes (mail, blogs) “que permiten la expresión escrita de los personajes y su respuesta en tiempo real, frente a la lentitud de la correspondencia postal”.

La influencia es clara, dice Bruno Galindo. “Los medios de comunicación están en casi todo lo que he escrito; encuentro imposible hablar de temas actuales y obviar estos factores… Los medios de comunicación son ahora más importantes que la Literatura, del mismo raro modo en que hoy Las Vegas es más influyente que París”. Dice Elvira: “No voy a meter con calzador ningún procedimiento que la obra no demande”. Lo que ve en la red, lo que percibe, no juega un gran papel, “sino en lo pequeño, en el ‘aire’ que transmito en mi obra”. “Lo que a mi me apasiona, en realidad, y lo que intento plasmar en mis textos, es la capacidad de la imaginación lingüística, entendida como el empleo de un lenguaje lo suficientemente resonante como para poder competir con lo icónico y con lo sonoro”.

A Irene Zoe Alameda las nuevas tecnologías le han hecho otra escritora que la que hubiera sido. “Quien eche un vistazo a mis textos lo verá. La imaginación y sus contenidos, y los medios de que se vale para expresarse, están interrelacionados”. Y es un hecho, dice, que “el universo referencial del escritor de hoy ha incorporado como tercer universo el virtual, que se une a los antiguos (el rural y el urbano)”.

Para Unai Elorriaga, que estudió y empezó a trabajar sin Internet, su descubrimiento fue “una bendición”. Esos nuevos medios le aportan “muchísimo” como escritor y le dan “la oportunidad de acceder a mucha información en muy poco tiempo”. Y además le permite una comunicación insólita antes: “Yo tengo mi agente literario en Alemania, me comunico con mi editora estadounidense en un segundo y continuamente me llegan correos de Argentina o de Polonia comentándome mi obra, sé lo que piensan mis lectores alemanes o un profesor de la Universidad de Boston”.

Dice su colega Kirmen Uribe. “La estructura en red, la utilización de la primera persona, que los subcapítulos tengan la longitud de una pantalla de ordenador, que sean autónomos…”. Todo eso tiene una gran influencia en su obra. “Incluso reproduzco”, dice, “las nuevas tecnologías de manera explícita: correos electrónicos, entradas de Wikipedia, búsquedas de Google…”

No hay que lanzar las campanas al vuelo: todavía está el alma escribiendo, se necesita. Isaac Rosa: “No soy ni tecnófilo ni tecnófobo, pero no participo del optimismo tecnológico de muchos. En realidad no creo que Internet sea tan decisivo para la Literatura, porque no es tan decisivo para nuestras vidas aunque nos parezca que ya no podríamos vivir sin la red”. Va más allá: “El copy paste como técnica constructiva, la googlelización del conocimiento, la brevedad expositiva, el espíritu multimedia que acaba en picoteo superficial…, son formas válidas para el ocio, el consumo o el trabajo, pero más bien empobrecedoras de la Literatura”.

Y ya se notan esos efectos en muchas novelas, advierte Rosa. Kirmen tampoco se alumbra sólo con la luz de Internet. “Creo que los cambios en la narrativa no sólo vendrán por la influencia de las nuevas tecnologías. Lo definitivo es lo que percibe el escritor en la sociedad”. La vida misma. Lo dice Irene Zoe: “Ahora ‘los viejos temas’ parecen no estar muy de moda, pero estoy segura de que, pasada esta oleada de novedad y creación de vocabulario y estilos, se redescubrirán formas clásicas, las cuales serán reformuladas”.

Pero los efectos son imparables; lo dice Bruno Galindo: “La impronta de Internet trae consigo que las historias se abrevien y se vaya más al grano”. Y eso porque “existe una identificación inexacta pero real entre el soporte digital y nuestra creciente falta de tiempo”. Unai está ya convencido de que el torbellino es imparable: “Imagino que la gente maneja tanta información que los escritores no podemos seguir escribiendo como se escribía en el siglo XIX o en gran parte del siglo XX”. La vida pasa ahora por la técnica, es bueno, viene a decir Vicente Luis Mora. “Skype mantuvo mi matrimonio intacto los largos meses en que mi mujer y yo vivíamos en continentes distintos”. Y ahora Internet cambiará la Literatura “de una forma muy profunda, del mismo modo que la rueda o la imprenta transformaron la sociedad cuando eran técnicas recientes”.

¿Y el libro, cómo ven la batalla entre el papel y la pantalla? Mora dice: “No veo ninguna lucha, creo que hay muchas posibilidades de convivencia pacífica y de aprovechar uno las ventajas del otro, y viceversa”. Elorriaga: “El futuro del libro lo imagino como el futuro y como el presente en manos de una minoría. El libro de papel se debería mantener, pero con tiradas mucho más limitadas y casi como artículo de coleccionista”. Irene Zoe ensaya un epitafio: “El papel es arqueología, como de hecho lo es un periódico impreso al final del día: tan obsoleto está el papel ya”. En realidad, dice, el papel durará lo que duremos quienes hemos crecido leyendo libros impresos: le queda un siglo de vida”. No está mal un siglo. Galindo reconcilia a un soporte con el otro: “Larga y afortunada convivencia del papel y el libro electrónico, supongo. Los libros clásicos serán objetos ‘de buen gusto’, como ahora los discos de vinilo. Los libros electrónicos posibilitan experiencias fabulosas. Ya lo hacen. Libros que se puedan conectar a la web a través de wifi y derivar sus historias a hipervínculos de ficción. Libros que incorporarán a sus lectores de un modo que ahora sólo empezamos a entender”. Elvira Navarro no quiere ser Rappel, así que afirma: “Yo por el momento prefiero el papel para los libros, aunque el libro electrónico me parece una buena herramienta para quienes tengan que trajinar con manuscritos, como los editores”.

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