Antes de la irrupción de las nuevas tecnologías en el sector editorial, un escritor que optaba por ser independiente, es decir, por financiar enteramente la publicación de su propio libro solía ser mal visto por las diversas interpretaciones que podían hacerse de esta decisión: es mala su obra que una editorial no lo publica, sólo quiere alimentar su ego, etc. Sin embargo, cada tanto y ahora con más frecuencia, leemos noticias del éxito que cosechan algunos escritores que apostaron por autoeditarse (Amanda Hocking, John Locke, Eloy Moreno…), e incluso de escritores editorializados (Joe Konrath, Julio San Francisco…) que han renunciado a las mismas para apostarle a la autoedición, ya sea digital e/o impresión bajo demanda.
Sin embargo, esta no es una apuesta sencilla, por el contrario, es la que más demanda al escritor, pues ya no es sólo su habilidad en la escritura y construcción narrativa, sino que debe sumar otras competencias del diseño gráfico, mercadotecnia y ventas, tanto digital como impresa, y no todos están en plena capacidad de asumirlo.
Como ya comentaba, las nuevas tecnologías han permitido un redimensionamiento del subsector de la autoedición, quizás sea en esta época más que en otras que hemos visto surgir decenas de plataformas de este tipo en Internet, especialmente provenientes de Estados Unidos. Estos apuestan al libro digital o e-book, a la impresión bajo demanda (el libro sólo de imprime cuando se compra) o a ambos. Las premisas son las mismas: 1. Los libros digitales se venden a precios más económicos que los impresos ya que demandan menos logística, 2. Los libros digitales permiten un mayor margen de beneficios o regalías para el autor que los impresos (una diferencia de 80% vs 10% al menos), 3. El libro digital también puede tener su versión física, se puede imprimir en el momento en que el comprador lo adquiere, evitando gastos de almacenamiento por ejemplo.
En este panorama, el escritor puede toparse, a mi parecer, con dos tipos de plataformas de autoedición: las que se enfocan en el lector como cliente final y las que se enfocan en el escritor como cliente final; y se pueden identificar de primera mano la una de la otra por lo que se visualiza en la página de inicio de su sitio web. Mientras que las primeras privilegian la muestra de su catálogo de libros, las segundas privilegian la muestra de los diferentes servicios editoriales pagos que ofrecen.
Y hay más diferencias, las primeras consideran a los lectores como un público target, las segundas los consideran como público secundario; mientras que en las primeras la obra del autor tiene exposición; en las segundas la misma se limita a quienes el autor refiera. El modelo de negocio es claro, en las primeras no sólo es el autor que autoedita con ellos sino también buscan monetizar ese contenido a través de las ventas, es decir, asumen el papel de librerías (manejan sitios web diferentes para cada público). En el caso de las segundas, vender un libro autoeditado no es su negocio (si se vende bien, y sino también), su negocio se enfoca en que el autor les compre alguno de los paquetes de servicios editoriales que le ofrecen (y que el círculo social del autor y este mismo compren el libro).
He tenido la oportunidad de probar varias plataformas de autoedición, de los dos tipos que describo, y sé que muchos escritores indie podrán coincidir conmigo en que las primeras realmente (tipo Amazon o Smashwords) más que las segundas (tipo Bubok o Lulu) son las que contribuyen a lo que se busca, ser leído y lograr unos ingresos extras, y a quienes mejor les va, lograr hacerse un nombre y construir una carrera como escritor dentro del competido mercado editorial.
He tocado un punto que vale la pena mirar con lupa, los beneficios. Ya es conocido que un libro digital obtiene más regalías que un libro impreso bajo demanda, en el primero las ganancias por venta oscilan entre el 35% al 80% dependiendo de la plataforma, mientras que en el segundo están entre un 5% al 10% (después de costos de impresión) también dependiendo de la plataforma. Hasta aquí todo bien.
Ahora, cada venta significa para el escritor una pequeña cantidad de dinero que se abona a su favor pero que no podrá cobrar hasta que cumpla al menos el tope mínimo que le exige la plataforma para pagarle. En el caso de Bubok por ejemplo, el autor podrá cobrar cuando haya acumulado 50 €, en el caso de Amazon cuando haya acumulado US$100 dólares (en la .com, porque por cada tienda de cada país, .es, .de, .co.jp, etc, si el autor quiere cobrar regalías, deberá haber acumulado al menos 100 € en cada una).
¿Cuánto tiempo puede tomar a un autor llegar a tales topes? Es incierto, desde varios días hasta varios años, todo depende del ritmo de ventas y de la honestidad de las plataformas al reportarlas (han habido quejas contra Lulu por ejemplo porque se ha detectado que en algunas ocasiones no reporta las ventas y por ende no se generan regalías, caso Luna Soler). Siendo así, es bastante factible que transcurra un tiempo indeterminado antes que el autor reciba de estas plataformas de autoedición un centavo de lo que han producido sus libros.
Ahora, cuando el autor llega al tope y pasa a cobrar, sus ingresos no están exentos del pago de impuestos al país donde está radicada la plataforma. Esto especialmente si la misma es estadounidense. Cuando los extranjeros cuyos gobiernos no tienen algún pacto tributario firmado con EEUU, deberán pagarle al fisco de este país un 30% de lo ganado, es decir, el autor sólo recibirá realmente el 70%. Si el país del autor tiene convenio con el fisco de este país, deberá hacerse a un Tax ID y tributar el porcentaje definido en el pacto. Adicionalmente, los costos por la transferencia de los ingresos netos, no son asumidos por las plataformas, sino por quien recibe el dinero, el escritor. Ante este panorama de descuentos, es mejor acumular mucho más allá del tope mínimo para que el dinero que reciba el autor sea significativo.
En conclusión, es intricado el camino de la autoedición para el escritor, la sobreoferta de literatura de autores indie donde puede no ser fácil para el lector encontrar su obra, la nula o poca retroalimentación que pueda recibir el escritor de la misma, la honestidad de la plataforma de autoedición que usa, las posibles ganancias que genere probablemente no lleguen a cubrir lo que ha invertido en tiempo y en dinero, sin embargo, a la final, nada de esta incertidumbre es restrictiva, escribimos para ser leídos.
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