Hoy los dejo con este artículo de Pol Pareja publicado en El País (España). Es interesante, para los escritores noveles, la exposición del caso de la agente literaria barcelonesa Sandra Bruna y su evolución de la figura de agente literario a editora digital y su posición ante la autoedición.
“Los editores ya no hacen caso a los escritores noveles”
Cuando los amigos de Sandra Bruna (Barcelona, 1973) le piden que les recomiende un libro, ella contesta que prácticamente solo lee manuscritos. Esta catalana de ojos azul claro, sonrisa permanente e innegable cercanía lleva ya más de 20 años haciendo de intermediaria entre autores que desean triunfar en el mundo de la escritura y editoriales ávidas de encontrar al escritor novel del momento. Les dice a los autores qué temas están funcionando, les señala qué cosas hacen mal —“lo más importante de una agente literaria es su honestidad”, confiesa—, les ayuda a pulir la novela o elegir el título e incluso aconseja cuándo usar un seudónimo en vez del nombre original. “A veces también les hago un poco de mamá”, reconoce, refiriéndose al apoyo moral que en ocasiones necesita un escritor cuando las cosas no le van como desearía.
Parte del éxito de Bruna tiene su origen en el descubrimiento de Ildefonso Falcones, un abogado que durante cuatro años dedicó un rato cada mañana y cada noche a escribir una novela histórica. Tan solo nueve meses después de su publicación, en 2006, La catedral del mar había vendido más de un millón de ejemplares, y actualmente se ha publicado en 40 países y ha vendido varios millones de copias en todo el mundo.
Fue el primer gran éxito de la agencia literaria de Sandra Bruna, que abrió en 2001 cuando tenía solo 28 años después de trabajar durante una década con Mercedes Casanovas, una de las agentes más importantes de España. El éxito de La catedral del mar les inundó la oficina de manuscritos. “Todo el mundo quería venir con nosotros”, recuerda entre pequeños sorbos a su café cortado en el bar al que acude cada mañana a desayunar. “¡La gente se pensaba que prácticamente les escribiríamos el libro!”, explica entre carcajadas.
Sandra Bruna modula su tono alegre cuando toca hablar del mal momento que está pasando el sector. “Hoy en día las editoriales no hacen caso a los escritores noveles”, se lamenta. “Nos devuelven muchos textos diciendo que son perfectos pero que nadie conoce a su autor”. Mala noticia para su agencia, cuyo éxito ha radicado precisamente en asesorar a este tipo de autores: de los 95 escritores que representan en este momento, prácticamente la mitad ha publicado su primera novela gracias a ellos. “Y casi todos han publicado después su segunda o tercera novela”, explica orgullosa.
Bruna recuerda apesadumbrada cómo su agencia ha dejado escapar últimamente a muchos autores “con gran potencial” solo porque eran nombres desconocidos. Por eso apuesta a partir de ahora por una nueva solución: “Hemos pasado de ser agentes literarios a editores digitales”. Cuando un autor les gusta, editan su libro en formato electrónico. Si funciona en este soporte, las editoriales acceden entonces a plantearse el salto al papel.
Al contrario de lo que se pueda pensar, Bruna no cree que el libro electrónico, que facilita la autoedición, vaya a acabar con su trabajo. “No hay que tener miedo a un nuevo canal de venta, sino saberlo cultivar para también ser influyentes en este escenario”, opina.
Esta experta en hacer realidad el sueño de muchos escritores considera que sí se puede enseñar a escribir, pero que esto no convierte a nadie en escritor. “Saber tocar la guitarra no te convierte en guitarrista”.
Excelente, usan la tecnología como banco de pruebas para el autor. Si funciona pasamos al método tradicional!
Los noveles lo tienen difícil y las agencias intentan sacar provecho.